China

Nuestro hospedaje: la Gran Muralla de la China

El 10 de septiembre de 2013, guiados por el deseo de poder disfrutar pacíficamente de una creación asombrosa, nos embarcamos en un viaje épico hasta una de las zonas menos visitadas de la Gran Muralla de la China. Acompañados por Alejandra y Miguel, una pareja de españoles que habíamos conocido en Pingyao unos días antes. Este viaje inolvidable a la sección de pared en Jiankou marcó el comienzo de nuestra amistad y una historia que compartimos con otros por el resto de nuestras vidas.

Sin muchas direcciones y conocimientos sobre nuestro destino, salimos de Beijing por la mañana en el autobús 916 hacia la ciudad de Xizhazi (西栅 子). No sabíamos que tendríamos que enfrentar las tácticas de conductores indiscriminadas que tratan de ganarse la vida a costillas de los turistas. Después de una hora de viaje, uno de estos conductores nos indicó que debíamos salirnos del autobús en una de sus paradas, pidiéndonos que pagáramos más de lo que sabíamos era justo por un viaje a nuestro destino final. No pasó mucho tiempo antes de que pudiéramos concluir que aquel hombre era deshonesto, pero las barreras del idioma y la falta de orientación en el área nos mantuvieron caminando en círculos. Fue entonces cuando dos vendedoras ambulantes nos ayudaron a encontrar nuestro camino. Después de mostrarles el nombre de la ciudad 西栅 子, estas señoras amables escribieron direcciones en chino en un papel e incluso compartieron algunos de sus pasteles tradicionales con nosotros sin esperar nada a cambio. No fueron necesarias las palabras para entendernos y apoyarnos, sus gestos nos devolvieron la dulzura de viajar.

Nos aferramos a un papel con instrucciones en chino que no podíamos entender y tomamos de nuevo el autobús 916. Lo único que podíamos leer en el papel era el número 862, el cual asumimos era otro número de bus. Le mostramos la nota a otros pasajeros y un hombre local que podía hablar un poco de inglés estuvo dispuesto a ayudarnos. Él nos indicó que debíamos bajarnos del primer autobús en la última parada. Luego caminó con nosotros para tomar el siguiente autobús 862 y nos dijo dónde bajarnos de nuevo. Cuando nos bajamos, otro hombre que caminaba por la calle al leer nuestra nota en chino nos ayudó señalándonos en la dirección correcta. Caminamos otra cuadra sin saber realmente lo que estábamos buscando, mientras más conductores nos bombardeaban con ofertas costosas que rechazamos sin mayores dudas y mucho orgullo. Al poco tiempo, retomamos nuestras esperanzas al ver una congregación de gente en una esquina que parecía ser una parada de autobús. Allí distinguiéndose claramente del resto de la gente, había otros tres turistas procedentes de Alemania. La verdad era que todos habíamos estado siguiendo el mismo sueño de querer llegar a Xizhazi y hasta ese momento aun estábamos cruzando los dedos para correr con suerte, pues ninguno de nosotros estaba 100% seguro de que ese fuera el lugar adecuado para tomar el tercer bus. Nuestra paciencia dio finalmente frutos al disfrutar de los primeras imagenes de la Gran Muralla a lo largo de las montañas durante el último viaje de autobús hasta la ciudad de Xizhazi. Este tipo de experiencias son las que hacen que el viaje sea único e inolvidable. Todos esos momentos de incertidumbre, en los que no se sabe cuándo ni cómo se llegará hasta donde se quiere ir son los que permiten apreciar y confiar en el proceso, ¡pues eventualmente el tiempo permite que suceda!

Al llegar a Xizhazi, nos encontramos con otro turista de Italia que estaba esperando el autobús para salir del pueblo. Él nos mostró la dirección del sendero a la Gran Muralla. Cuando le preguntamos sobre posibles alojamientos en el pueblo, le dio un giro fascinante a nuestro viaje al revelarnos que había pasado la noche acampando en el interior de una de las torres de la muralla. Sin carpa, pero con un gran sentido de la aventura, decidimos de inmediato seguir sus pasos. Almorzamos, ordenamos comida y agua para llevar e iniciamos llenos de emoción nuestra caminata hasta la Gran Muralla de la China.

En lo alto de las montañas, las curvaturas continuas de la pared blanca marcando los perímetros de las antiguas dinastías nos inspiraron a seguir explorando. Dejamos el equipaje en una de las torres, la misma que más tarde terminaría siendo nuestro campamento para pasar la noche y continuamos descubriendo la muralla y sus impresionantes paisajes. Luego de contemplar una creación sobreviviente con más de 2.000 años de existencia no podíamos dejar de seguir caminando. Esta sección de la Gran Muralla no ha sido restaurada, los árboles crecen entre sus paredes y las rocas desmoronadas de la estructura hacen del paseo una experiencia inolvidable. Los puntos más empinados de la construcción hacen que la caminata se transforme en escalada sobre las rocas. Y es imposible no preguntarse cuántas personas perdieron sus vidas mientras construían las fronteras de una tierra que no les pertenecía. Aunque la muralla no puede ser vista desde la luna, como se creía, esta estructura antigua hace que tu mente vuele. Volvimos a la torre para descansar en la noche e improvisamos nuestro refugio sobre la tierra con unos ponchos plásticos de emergencia. Ropa térmica y varias capas de ropa cumplieron la labor de mantenernos protegidos y cálidos. El cielo sorprendentemente despejado y los colores de la puesta de sol se pintaban mágicamente en frente de nuestros ojos. Bajo la luz de la luna creciente, celebramos y reímos con nuestros amigos mientras compartíamos el sabor de esta experiencia única en la vida. No sólo caminamos hasta la Gran Muralla de la China, dormimos en ella 😉

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