WWOOFing en San Isidro
Fuimos voluntarios en Ecofinca Luna del Puente durante 8 días a partir del 19 de junio de 2016. Esta extensa propiedad familiar está ubicada en San Isidro, en el lado este del Lago Yojoa en Honduras, no lejos de la ciudad de Santa Cruz. La tierra fue comprada por la señora Fanny y su esposo ya fallecido hace 25 años. Cuando la compraron, la propiedad había sido utilizada como criadero de vacas, pero a través de sus conscientes esfuerzos se convirtió en una reserva natural privada con cultivos sostenibles y orgánicos de café, cacao, plátanos, naranjas, una variedad de otros árboles frutales y plantas tropicales.
La reserva natural es hogar a múltiples especies de aves y la familia a cargo de este proyecto trabaja muy duro para mantener el bosque y los animales protegidos de los cazadores locales. Hoy la señora Fanny y su hija Cecilia, quien es agrónoma, supervisan directamente este interesante proyecto donde los turistas también pueden acampar y disfrutar de la naturaleza. Mientras estuvimos allí tuvimos interacciones directas con Mariana (hija de Cecilia), Damián (el novio de Cecilia de Argentina), Gaby (amiga de Mariana) y el Don José (un trabajador local).
Durante nuestro tiempo en Luna del Puente, trabajamos de lunes a sábado durante seis horas cada día desde las 6 am hasta las 1 pm con un descanso para desayunar de una hora entre las 9 am y las 10 am. A cambio de nuestro trabajo voluntario, recibimos un lugar para dormir, almuerzo y cena durante nuestros días de trabajo, pero el desayuno y las comidas del domingo corrían por nuestra cuenta. Durante nuestra estancia, dormimos en una casa sencilla y agradable.
Nuestras tareas en la propiedad se centraron principalmente en la jardinería, corte y limpieza de la hierba y otras plantas ornamentales en los jardines y áreas sociales para una reunión importante entre las reservas naturales privadas de la región. En general, las tareas fueron agotadoras y aburridas. Gisela sólo hizo tareas de jardinería, tuvo que cortar la hierba con la máquina cortadora, era la primera vez que usaba estas herramientas, ¡qué trabajo! Sal trabajó con Don José el primer día en las plantaciones de café limpiando el suelo con el propósito de agregarle abono. Otro día ambos ayudamos con el cacao, inmediatamente después de cosechar extraíamos las semillas de las vainas. El resto de los días cortamos y rastrillamos el pasto alrededor de la casa principal.
Estuvimos en Luna del Puente durante el comienzo de la temporada de lluvia y muchos hongos interesantes y de gran tamaño comenzaron a crecer en los alrededores de la propiedad. Aunque nuestros turnos de trabajo eran largos y agotadores, la belleza del lugar pagó nuestros esfuerzos. La granja no tiene electricidad para cargar los electrónicos, en las noches teníamos un poco de luz gracias a los paneles solares. Fue un escenario perfecto para desconectarnos del resto del mundo y estar en el presente. Nada como tomar una ducha, sentarse y leer luego de seis intensas horas de trabajo en el jardín con los sonidos de la lluvia y el canto de los pájaros de fondo.
La experiencia más emocionante en Ecofinca fue tener la experiencia práctica con la cosecha de cacao y la forma artesanal de producir chocolate para el consumo. Esto no sólo fue un proceso interesante de aprender, sino también muy significativo, pues el cacao era el fruto de los dioses para los grupos indígenas ancestrales en Centroamérica. Recientemente y con el apoyo de organizaciones internacionales, los agricultores locales comenzaron a replantar el cacao. Cecilia es una catadora de cacao certificada y está muy metida en este cultivo. Un número significativo de cacao Trinitario (una variedad de cacao) están creciendo en Luna del Puente. Damián y Cecilia nos ayudaron a navegar con ellos a través de esta aventura, mostrándonos alrededor de sus plantaciones de cacao, permitiéndonos recolectar y probar la deliciosa pulpa del cacao, dándonos información sobre el proceso y permitiéndonos que nos divirtiéramos haciendo chocolate. Estos son los pasos y lo que aprendimos sobre el cacao:
Las plantas de cacao Trinitario comienzan a dar fruto después de dos años de ser plantadas y tardan unos seis meses para que una fruta se desarrolle desde que florece hasta la cosecha.
Después de la cosecha, la pulpa de la fruta con las semillas puede ser colocadas dentro de una caja de madera cubierta con hojas de plátano para la fermentación durante unos cinco a siete días. El fruto debe ser movido cada 24 horas para permitir que aire en el proceso y regular la temperatura. Aunque este proceso de fermentación aumenta la calidad del cacao, lamentablemente no hay demasiados agricultores en Honduras que estén abiertos a implementarlo todavía.
Luego de la fermentación, el cacao debe secarse. El primer día la fruta debe secarse bajo la sombra. La exposición directa al sol debe ser incrementada gradualmente en un proceso de cinco a siete días consecutivos comenzando con sólo una hora el segundo día.
Después de que el cacao se ha secado, entonces se puede tostar. El tostado se puede hacer de una manera artesanal colocando el cacao dentro de una olla de barro sobre el fuego y revolviéndolo constantemente.
Una vez que el cacao está tostado, debe ser pelado. La piel de cacao es excelente para hacer un delicioso té de cacao.
Ahora las semillas de cacao tostadas pueden ser trituradas. Una mezcla de 70% de cacao y 30% de azúcar es ideal para una bebida de cacao caliente. Ambos ingredientes pueden molerse hasta crear una pasta homogénea, que se puede colocar en pequeños moldes. ¡A temperatura ambiente, la mezcla de azúcar y cacao se solidificará y posteriormente se puede disolver en leche caliente o agua para disfrutar! 🙂
Esta experiencia de WWOOFing nos inspiró de muchas maneras. Admiramos profundamente el compromiso y habilidades de la Sra. Fanny para convertir esta tierra de criadero de vacas en el paraíso que es hoy. Su visión de preservar el bosque es un ejemplo de lo que todos como individuos podemos hacer para ayudar a alcanzar el objetivo de salvar a la madre tierra. Nos sentimos privilegiados de hacer una pequeña contribución a este importante esfuerzo y soñamos con construir nuestro propio proyecto algún día. Comprar tierra para preservar el bosque, plantar y vivir una jubilación placentera en algún lugar de Latinoamérica suena ideal. Las personas que conocimos en Luna del Puente nos impactaron positivamente. Por un lado la familia de los propietarios: la abuela la señora Fanny, la madre Cecilia y la hija Mariana; Tres generaciones de mujeres hondureñas caracterizadas por su tenacidad, motivación y determinación. Admiramos lo enfocadas que están las tres en lograr sus metas y su compromiso en proyectos que impactan positivamente a sus comunidades: la Sra. Fanny, ex profesora de secundaria por muchos años y fundadora de Ecofinca Luna del Puente; Cecilia, agrónoma con muchos años de experiencia laboral, ahora líder de Ecofinca Luna del Puente; Mariana, estudiante de secundaria y cinturón negro en taekwondo, con sólo 17 años de edad ya está enseñando este arte marcial a niños, adolescentes y adultos en San Isidro, construyendo una escuela de taekwondo para prevenir la violencia y ofrecer una perspectiva positiva a la juventud. Por otro lado, Don José, un agricultor hondureño con quien trabajamos lado a lado y aunque es mucho mayor que nosotros, nunca pudimos alcanzar su ritmo de trabajo. Siempre fue mucho más rápido y productivo que nosotros. También era un hombre atento, desde nuestra llegada a la granja, ofreció su ayuda cuando nos vio pasando dificultades con el trabajo, preguntándonos si estábamos cansados e incluso compartiendo sus caramelos con nosotros para levantarnos el ánimo. Su empatía nos tocó. No tiene familia cercana, sus padres ya fallecieron, nunca se casó, no tuvo hijos. Como nos dijo: “Todo lo que tengo es Dios”, y a pesar de su soledad y dificultades, no se rinde ante la vida. Se despierta temprano todos los días, asume su duro trabajo como agricultor, se preocupa y es amable con los demás. Expresó su fe en Dios como su fuerza. Su generosidad es un ejemplo de lo asombrosos que son aquellos que tienen menos. El día que nos fuimos Don José insistió en darnos todos sus dulces, nos bendijo con sus palabras y su mirada llena de nostalgia y buenos deseos. Nos dijo: “Dios los protegerá y los llevará con bien hasta el final de tu viaje, crean en él”. Lo abrazamos con fuerza, agradeciéndole por compartir con nosotros todo lo que realmente tiene. Mientras lo dejábamos atrás, distanciándonos de las plantaciones de café, nos sentimos tristes y conscientes de nuestras disparidades, los días de trabajo en Luna del Puente fueron una opción para nosotros, podíamos irnos en cualquier momento, pero para Don José es todo lo que sabe y puede hacer para ganarse la vida. Las injusticias socioeconómicas de nuestro mundo, en la que la agricultura no es bien pagada o apreciada, nos enfurecen. Cuan ilógico puede ser, todos tenemos que comer, pero los que trabajan la tierra y lo hacen posible son los menos pagados. Hemos estado en los zapatos de agricultores que nos dieron muestra de sus luchas en todo el mundo, nunca los olvidaremos, ¡nunca dejaremos de valorar lo que ellos hacen para todos nosotros!
Salir de Ecofinca Luna del Puente nos trajo sentimientos encontrados. Llegar al final de esta experiencia de voluntariado fue un cierre al ciclo de maravillosas aventuras WWOOFing a lo largo de Nuestro Primer Viaje Mundial. Tantos lugares y tantas lecciones. Tantas familias encantadoras que nos han acogido a través de todos los continentes que visitamos. Desde Nueva Zelanda hasta Honduras fuimos siempre bien recibidos, cuidados y apreciados. La mezcla de alegría y nostalgia era inmensa. Anhelamos poner en práctica todo lo que tuvimos la suerte de vivir y aprender. 🙂